martes, 22 de diciembre de 2009

"Amor en Rosa" cap 4 y 5

oola!!
lo siento ayer no pude subir cap..
les dejo doble cap!!
8 coments para segirla!!




CAPITULO 4


De repente no podía respirar. Miley levantó la cabeza y hundió la mirada en los profundos ojos marrón dorado de Nick. Este se acercó hasta hallarse a muy escasos centímetros de ella.
-Quiero besarte.
-¿De... de verdad? -preguntó ella sin dejar de mirarlo.
-Quiero llevarte a casa a la cama -confesó Nick-. De hecho, no puedo pensar en nada más.
Miley parpadeó. Fue como si una pequeña alarma se activara en su interior y el cerebro volviera a ponérsele en funcionamiento. Pero lo que acababa de oír no dejaba de ser asombroso. ¿Nick quería besarla? La idea la entu¬siasmaba. Pero la segunda parte era demasiado para ella, pues hasta entonces no había habido hombre alguno que la hubiese persuadido para llevarla a su cama o meterse en la suya.
-Pero me conformaré con el beso... y cenar juntos en un sitio público, cara mia -reaccionó Nick al advertir el rubor que había encarnado las mejillas de Miley. Sen-tía un instinto protector que jamás había experimentado. No sabía lo que estaba haciendo y, por una vez en su vida, le daba igual.
El corazón de Miley golpeaba agitado contra las cos¬tillas. ¿Él también se sentía atraído hacia ella? No podía creérselo. Notaba las manos de Nick sobre las de ella y un sentimiento de felicidad mareante le subía por el pe¬cho.
-Bésame -susurró finalmente y el rostro de Nick se iluminó.
-Sólo un beso -murmuró-. O no podré parar.
-Uno es muy poco -contestó Miley-. He esperado este momento desde hace siglos... ¡Dios!, ¡tu novia está abajo! -exclamó de repente con una expresión cómica de horror.
-Selana sólo es una vieja amiga y ya se ha marchado -le aseguró sonriente Nick justo antes de tirarla de la mano para conducirla de vuelta hacia el extremo de los sofás. Actuaba con tal naturalidad que Miley no pudo evitar quedarse impresionada. Seguía sin aceptar que aquello estaba ocurriendo de verdad. Las piernas le flo¬jeaban sólo de pensar en sentir su boca, grande y sen¬sual, sobre sus labios. Y lo deseaba tanto que le daba ver¬güenza reconocerlo-. ¿En qué piensas? -murmuró con voz sedosa.
-En besarte -aseguró Miley. Pero no era lo único. También estaba entusiasmada con aquel lado más íntimo y tierno que había descubierto en Nick.
-Entonces bésame -la invitó justo antes de que ambos cayeran sobre el sofá. Luego le acarició el pelo de la nuca y le ladeó la cabeza para situar su boca.
-Se te da bien -murmuró ella temblando de anticipa¬ción.
-Espero -Nick esbozó una sonrisa pícara con la que reconocía que no era un hombre inexperto-. Pero nunca había llegado tan lejos con una mujer de la em¬presa.
-¿No?
-Siempre me lo he prohibido... y es fantástico -ronro¬neó Nick.
Un segundo después llevó la boca sobre la de Miley, que respondió al beso con ardor, como si hubiese estado esperándolo toda la vida. Se había apoderado de sus la¬bios y, con una lentitud insoportable, iba recorriendo su perímetro con la lengua. Miley jamás había sentido un calor igual, una impaciencia semejante. No quería que el beso terminara. De vez en cuando, separaban los labios lo justo para respirar, pero en seguida volvían a unirlos con redoblada fogosidad.
-Me dejas sin sentido, cara -susurró boca contra boca.
Se apartó lo justo para despojarse de la chaqueta y aflojarse el nudo de la corbata. Miley se limitó a mirarlo, hundida contra el respaldo del sofá, con la boca hecha agua. Nick dejó caer la chaqueta y la corbata en el suelo, luego tiró de los tobillos de ella hacia arriba de modo que quedara totalmente tumbada. Después se quitó los zapatos. Cuando se colocó encima de ella, Miley em¬pezó a temblar de la emoción.
-Me encanta tu pelo -murmuró Nick-. Y tienes una boca muy, muy sexy.
-Sigue hablando -susurró Miley.
-Si hablo, no puedo besarte -señaló él mientras desli¬zaba la vista por sus curvas con descaro.
-Problema -dijo ella sin apenas aire para pronunciar una palabra.
-No es grave -Nick la desnudó con la mirada-. Se me ocurren muchas más formas de complacerte.
El ambiente se cargó de electricidad. Nick volvió a sonreír y Miley se incorporó, apoyándose en uno de sus hombros, para buscar de nuevo su boca. Al sentir el contacto de su lengua, separó los labios para darle la bienvenida.
-La última vez que estuve con una mujer en un sofá tenía dieciséis años -reconoció Nick con tono diver¬tido. Después la sujetó por la espalda con una mano para bajarle la cremallera del vestido con la otra. Echó a un lado los tirantes y exhaló un suspiro de admiración al desnudar sus pechos erectos-. Magistral... Cada centíme¬tro de tu cuerpo es una obra maestra, cara mia. Sin duda, eres la mejor recompensa después de un día espantoso -añadió mientras se deleitaba con el rubor de las mejillas de Miley.
Después la tocó y la pasión volvió a desbordarla. La destreza de sus caricias y las atenciones de su boca sobre los pezones sonrosados la hicieron perder el control. Miley gimió, se rindió a un mundo de sensaciones salvajes.


CAPITULO 5


Nick despertó al sentir el teléfono móvil. Desorientado, lo que no era normal en él, se incor¬poró, tomó conciencia de que seguía en el despacho y echó mano a la chaqueta para sacar el móvil. Era un guardia de seguridad de la planta baja, que le pedía per¬dón, pero quería asegurarse de si seguía arriba traba¬jando. ¿Trabajando? Nick miró de reojo hacia Miley, dormida bajo su chaqueta. Se sintió incómodo y avergon¬zado.
-Sí, estoy aquí. Todavía tardaré un rato en salir, Wi¬llis.
Después de colgar, consultó la hora en el reloj. Eran más de las cuatro de la mañana. Apretó los dientes mien¬tras trataba de dar con un pretexto para cuando pasara por delante de los guardias con cierta castaña bajita. No que¬ría arruinar la reputación de Miley.
Nick maldijo para sus adentros. ¿Cuánto alcohol había bebido en la fiesta? Había tomado un par de copas antes en la cena con los Delsen, un poco de vino y luego varios coñacs seguidos. Y no estaba acostumbrado. No podía decirse que hubiera estado borracho, pero tampoco sobrio del todo. El alcohol había aflojado sus inhibicio¬nes y había pasado por encima de su código ético, reco¬noció resignado.
Miró a Miley de nuevo. Su maravillosa melena se ex¬tendía sobre el sofá y un hombro pálido asomaba por en¬cima de la chaqueta. Parecía un ángel, totalmente en paz e inocente. Sólo que, como había podido comprobar, ya no era tan inocente como antes de ponerle las manos en¬cima. Nick descubrió con espanto que deseaba agarrarla por la espalda y despertarla a besos. ¿Acaso el alco¬hol no bajaba la libido?
Se mesó el cabello enmarañado y contuvo un gruñido. Estaba enfadado consigo mismo. ¿Cómo podía haberse aprovechado de Miley de ese modo? Trató de analizar cómo había ocurrido. Habían discutido. Él había hecho un comentario hiriente y luego se había disculpado para que no se marchase. De repente, le había resultado abso¬lutamente necesario seguir con ella. Después había dicho lo de que su madre no contestaba a sus cartas y...
Nick sacudió la cabeza. Miley trabajaba para él. En Sistemas Jonas no estaba bien visto que los empleados salieran juntos. ¿Y qué cabeza de chorlito había roto la regla? Para colmo, Miley era virgen. Y no se había to¬mado la molestia de protegerla. La única vez que había estado en un sofá con una mujer era un adolescente, pero había tenido mucho más cuidado que la noche anterior. La había fastidiado. Pero lo que más lo desquiciaba era que, a pesar de aquel acto de irresponsabilidad, encima se preguntaba si todavía habría tarjetas de San Valentín a la venta. Respiró hondo.
Miley despertó al oír el agua de una ducha en alguna parte y se quedó paralizada al abrir los ojos y ver su ves¬tido tirado en la alfombra. Un segundo después, se dio cuenta de que estaba cubierta bajo... ¡la chaqueta de Nick! El corazón le dio un vuelco. Había pasado casi toda la noche en su despacho. En sus brazos. Mientras recor¬daba a cámara rápida los sucesos que habían llevado a aquel inesperado desenlace, saltó del sofá, rezando para que Nick permaneciera en la ducha lo suficiente para que le diera tiempo a vestirse y escapar.
Fue de puntillas hacia la puerta, con los zapatos en la mano, abrió una rendija y corrió hacia el ascensor. ¿Cómo podía haber sido tan descarada con Nick? ¡Ni siquiera había tenido una cita con él! Muerta de ver¬güenza, salió del ascensor y pasó de largo por delante de la mesa de seguridad, donde dos hombres charlaban amigablemente como si, gracias a Dios, fuese invisible.
-Es mona -le comentó el chófer de Nick a Willis, director de seguridad. Una larga noche jugando al póquer había sentado las bases de una relación de camaradería entre los dos empleados.
-Es una chica muy agradable. Es la primera vez que sale sin despedirse -dijo Willis.
-En fin, será mejor que vaya a la limusina y haga como si hubiese estado durmiendo.
Minutos después, Nick salió del ascensor sin resue¬llo, con el pelo mojado de la ducha todavía, buscando a Miley con la mirada. No podía creerse que se hubiera ido sin decirle una palabra. ¡Como si fuera un rollo de una noche y no quisiera verlo al despertar! Estaba indignado. De todas las mujeres con las que se había acostado, era la primera que se evaporaba a la primera ocasión que se le presentaba.
Apenas había dormido... Se iría a casa, se acostaría y la llamaría por la tarde. Entonces se alegraría de verlo. Esperaba que pasase una mañana penosa. Se lo merecía, decidió Nick mientras salía del edificio.
Esa misma tarde, Miley estaba sentada en el tren con la vista perdida en el vacío. Mirara donde mirara, la única imagen que se le aparecía era la cara de un hombre guapo y alto.
Era increíble lo poco que había tardado en hacer el equipaje. Todas sus pertenencias cabían en dos maletas. Claro que nunca había sido de las que coleccionaban tras¬tos y apenas había tenido dinero para artículos que no fueran de necesidad. Lo mejor sería empezar de cero, se dijo desgarrada. No podía volver a Sistemas Jonas. Po¬dría haber soportado los cotilleos sobre aquella estúpida tarjeta de San Valentín, pero no se sometería a la tortura de ver a Nick de nuevo. Seguro que se sentiría aliviado cuando se enterara de que había presentado la dimisión.
Desde luego, acababa de aprender la lección de lo que pasaba cuando una mujer se lanzaba en brazos de un hombre. Porque eso era lo que había hecho, pensó con una mezcla de humillación y sentimiento de culpabilidad. Sí, la culpa era de la tarjeta.
Después de escribirle que lo amaba, Nick habría te¬nido que estar muerto para no sentir curiosidad. La mali¬cia de Cody, la amabilidad de Nick y su propia confu-sión habían conducido a una situación de intimidad física que jamás habría tenido lugar en circunstancias normales. Pero se habían quedado a solas en el despacho de Nick. Y lo había mirado con tanto descaro que cualquier hombre se habría sentido incitado. Además, aunque no tuviera mucha experiencia con los hombres, en todas las revistas decían que la naturaleza había programado a las mujeres para buscar relaciones, mientras que los hombres estaban programados para algo mucho más primario.
Mientras el tren avanzaba rumbo a la casa que la tía abuela de Miley tenía en Gales, Nick hablaba con un antiguo vecino de esta.
-No... hace semanas que no la veo -comentó un tipo resacoso, bostezándole a la cara-. Quizá está en casa y no quiere contestar. A mí me lo hacía una mujer. ¿Te importa si me vuelvo a la cama?
-En absoluto dijo entre dientes Nick.
Se encontraba en territorio totalmente desconocido para él. Tal vez Miley no quisiera saber nada más de él. Tal vez fuera verdad que estaba en el estudio, rezando para que se marchase y la dejase en paz. No era una reacción madura, pero una mujer que se había conservado virgen hasta los veintiún años podía odiarlo con todo su corazón por ha¬berse acostado con ella hallándose tan vulnerable. Si deci¬día esquivarlo, ¿tenía derecho a perseguirla?, ¿o empeoraría las cosas si la presionaba demasiado rápido? Cuando fina¬lizó con su monólogo interior, Nick seguía conteniendo las ganas de tirar abajo la maldita puerta.
Tres semanas después, Miley estaba gritando al ganso de tía Tilly, que se había escondido detrás de la puerta para atacar por sorpresa al cartero. Debía de estar acos¬tumbrado, porque el hombre llegó a su furgoneta ileso, tocó el claxon y se marchó tan campante.
Miley regresó al jardín de tía Tilly, recogió el perió¬dico y el correo. La tía abuela, una mujer bajita de rizado pelo gris, tenía setenta y muchos años, pero gozaba de buena salud.
-¿Han respondido al anuncio que pusiste? -le pre¬guntó a Miley tras sustituir el libro que estaba leyendo por el periódico.
-Parece que sí -contestó con alegría tras echar un vis¬tazo a los sobres-. Con un poco de suerte, te librarás de esta inquilina en un par de semanas.
-Sabes que me encanta que estés conmigo -la regañó Tilly.
Pero la casita de la tía abuela era ideal para una per¬sona, pequeña para dos. Además, Tilly Cyrus era una de esas extrañas personas que disfrutaba de su soledad. Tenía sus queridos libros y su pequeña rutina de activida¬des y Miley no quería abusar de su hospitalidad. A los pocos días de instalarse en la habitación de invitados de Tilly, había puesto un anuncio en una revista ofrecién¬dose para trabajar como niñera otra vez.
Aceptaría lo que fuera. Cuanto antes volviera a traba¬jar, menos tiempo tendría para estar sentada compade¬ciéndose y más feliz seria. Entró en la cocina minúscula de la tía y preparó té para las dos. Hacía días que no le apetecía tomar café. Claro que también estaba prescin¬diendo casi de comer, pensó al tiempo que recordaba los desagradables mareos que había sufrido en los últimos días. Era evidente que tener roto el corazón no sólo pro¬vocaba noches de insomnio, sino trastornos de alimenta¬ción e indigestiones. Por lo menos adelgazaría, se dijo sin lograr sonreír.
Se alegraba de haber tenido suficiente buen juicio para irse de Sistemas Jonas, pero apartarse de todo su en¬torno y la perspectiva de no volver a ver a Nick era más dolorosa de lo que había imaginado. Pero era un tratamiento de choque, justo lo que necesitaba, trató de con¬vencerse.
-Miley... -la llamó Tilly desde el salón. La sobrina se acercó a la puerta-. ¿No es este el hombre para el que tra¬bajabas? -añadió, apuntando a una fotografía que apare¬cía en el periódico.
Al principio sólo vio el rostro de Nick, pero luego, a su lado, distinguió a su amiga Selena Gómez.
-¿Qué dice el artículo? -preguntó Miley con falsa in¬diferencia.
-Parece que se ha prometido... Es una mujer atractiva. ¿Quieres leerlo? -Tilly le ofreció el periódico.
-No, gracias. Le echaré un vistazo luego -Miley re¬gresó a la cocina y supo que ya había tenido bastante con el segundo que había mirado la fotografía. Se sentía ma¬reada y lo atribuía a la impresión de la noticia. Apoyó las manos en el fregadero, cerró los ojos y respiró hondo. ¿Se había con prometido con Selena Gómez?, ¿unas semanas después de que se refiriese a ella como una simple amiga de la universidad?
Más tarde, salió a dar un largo paseo. No soportaba la tensión de intentar comportarse con normalidad cerca de Tilly. De modo que el hombre al que amaba no era per¬fecto, se dijo apesadumbrada. Pero, ¿no era mejor así? La relación con Selena arrojaba una nueva luz a lo que había ocurrido la noche que habían pasado juntos. Nick le había mentido. Sin dudarlo. Y la había utilizado para ob¬tener gratificación sexual. Era evidente que su relación con Selena Gómez excedía los límites de la amistad plató¬nica desde antes.
Tres días después, Nick llegó a Gales. Averiguar la residencia de la única pariente de Miley no había sido ta¬rea fácil. De hecho, le había costado llamar varias veces a Australia hasta hablar con la cuñada de Miley. Si en al¬gún momento se cansaba de ejercer la medicina, Karrie Bishop podría trabajar como agente de las fuerzas de se¬guridad secretas de cualquier país, pensó Nick, recor¬dando el interrogatorio al que lo había sometido.
Pero, después de muchas vueltas y perderse más de tres veces, por fin había encontrado la casa de la tía abuela de Miley. Estaba protegida por unos setos altos, de los que se ponían en los jardines de quienes odiaban recibir visitas inesperadas, se dijo con sarcasmo. Estaba tenso y había llegado el momento de pensar qué le diría a Miley. Era curioso, pero no se había parado a considerar ese punto hasta aquel preciso momento. Su objetivo ha¬bía sido encontrar a Miley. Lo que haría con ella cuando la encontrara no le costaba imaginarlo, pero decidir qué le diría sí suponía un reto. ¿Que la echaba de menos en la oficina?, ¿que no podía olvidarse de la noche que habían compartido?
Inquieto por tal falta de inspiración, pero demasiado impaciente para pensar al respecto, Nick salió del co¬che en medio de la lluvia. Cuando un par de gansos ma-niacos lo atacaron por sorpresa, le entraron ganas de es¬trangularlos, asarlos en una hoguera y tomárselos de cena. Con la ansiedad de encontrarla, no había parado a comer y estaba hambriento y agresivo.
Al oír el estrépito con que los gansos anunciaron la llegada del intruso, Miley corrió a abrir la puerta. El co¬che aparcado frente al jardín era impresionante. Pero fue Nick, tan elegante en su traje gris, quien le robó el aire de los pulmones.
Mientras se deshacía de sus plumíferos enemigos, Nick vio a Miley con el rabillo del ojo y se quedó quieto. Llevaba un jersey rosa y una falda con flores ca-paz de alegrar hasta aquel día tan triste y lluvioso. De pronto deseó agarrarla, meterla en el coche y fugarse con ella.
Tras unos primeros momentos de perplejidad, Miley alcanzó a preguntarse qué haría Nick allí, calándose bajo la lluvia. ¿Qué diablos hacía en Gales?, ¿cómo había averiguado dónde estaba? Lo miró a los ojos y supo que debía darle con la puerta en las narices. El corazón le san¬graba sólo de verlo. No quería revivir los dolorosos re¬cuerdos de aquella noche que tanto había significado para ella y tan poco para él. Durante unas horas, se había sen¬tido más feliz de lo que jamás había esperado, pero la re¬alidad no había tardado en presentarle de nuevo su cara más cruda.
-¿Vas a quitarme de encima a los gansos o es una prueba para asustar a tus pretendientes? -preguntó Nick. Miley despertó de su estado hipnótico y lo liberó de los animales-. Grazie, cara.
Le temblaron los labios. Miley recordó las sensuales palabras italianas que no había entendido en el ardor de aquella noche de intensos placeres. Desvió la mirada, avergonzada de su debilidad. Sabía que debía pedirle que se fuera, pero no podía hacerlo y quedarse con la duda de saber para qué había ido a buscarla. Al menos, Tilly es¬taba fuera y no tendría que darle explicaciones.
Lo invitó a pasar al salón y Nick agachó la cabeza para no darse con el dintel. La pieza estaba llena de mue¬bles y había tan poco espacio que optó por no moverse no fuese a tirar algo. Se giró con cuidado para mirarla y la vio separar los labios en un gesto quizá involuntario. Pero no necesitó más pistas. El lenguaje corporal no engañaba. Sin dudarlo un segundo, Nick la agarró por la espalda con una mano y atrajo su cabeza empujándosela por la nuca con la otra.
Miley gimió. Notó el contacto de su lengua por el in¬terior de la boca. El cuerpo se le derritió. Estaba en con¬tacto con la impresionante erección de Nick, que en pocos segundos había pasado de tantear la situación a te¬ner la certeza absoluta de que Miley se alegraba de verlo. Todo saldría bien. Esa misma noche volverían juntos a Londres. Misión cumplida. ¿Por qué había temido no lo¬grarlo?
Entonces, sin nada que lo anunciase, Miley puso fin al beso y se apartó. Los ojos le lloraban de rabia. Sintió un mareo y tuvo que apoyar las manos en la mesa para respirar profundo. No tenía derecho a besarlo sabiendo que estaba prometido a otra mujer. En cuanto a él, era evidente que era más despreciable de lo que había creído.
-¿Qué pasa? -preguntó molesto Nick.
Miley se dio la vuelta para dejar que las lágrimas le resbalaran por las mejillas.
-¿Qué haces en Gales? -le preguntó dándole la es¬palda.
-He tenido una reunión de trabajo en Cardiff -con¬testó con calma.
-Y supongo que mi casera te habrá dado esta direc¬ción.
Le dio rabia que no se le hubiera ocurrido aquella forma tan sencilla de localizarla, pero no le apetecía an¬darse con rodeos.
-Quería verte.
¿Sería caradura?, ¿acaso creía que seguía siendo tan inocente como antes? Y lo peor de todo era que se sentía rastrera. ¿Qué mujer se entregaba a su jefe en su despa¬cho para disfrutar de un revolcón rápido?
-Pensaba que, dadas las circunstancias, te alegrarías de haberme perdido de vista -susurró abochornada.
-¿Por qué? -preguntó sorprendido Nick.
-Si no lo sabes tú, no seré yo quien te lo recuerde -re¬plicó Miley, que se negaba a rebajarse hasta el extremo de pronunciar el nombre de Selena Gomez.
Se negaba a darle la satisfacción de comprobar que le había roto el corazón con el anuncio de su compromiso. O quizá creía que no estaba al corriente de la verdadera naturaleza de su relación con la bonita rubia.
No sabiendo en qué dirección estaba yendo la conver¬sación, Nick decidió ir al grano:
-¿Por qué me mandaste una tarjeta diciéndome que me querías? -preguntó. Si la ventana hubiese estado abierta en esos momentos, Miley habría corrido a tirarse por ella-. Me parece una pregunta razonable. Y estoy cansado de hablarte a la espalda -añadió con el tono im¬perioso que utilizaba en el trabajo.
La confusión avivó el fuego que ardía en sus mejillas, pero el orgullo acudió a su rescate. Miley dio media vuelta y se encogió de hombros:
-¡Por favor, la tarjeta no era más que una broma!
El silencio que prosiguió pareció eterno.
-¿Una broma? -repitió finalmente Nick. Era la ex¬plicación más sencilla, pero, por alguna razón, no se le había ocurrido-. ¿Qué tienes, catorce años?
-Ha sido una broma estúpida -dijo ella tratando de di¬simular el temblor de las rodillas-Pero Cody me identi¬ficó, le dio más importancia de la que tenía y al final acabó volviéndoseme en contra.
-Espero que no acabes también embarazada -mur¬muró Nick con ira contenida-. No creo que eso te lo tomaras también a broma.
Miley lo miró espantada, con la punta de la lengua clavada en el cielo de la boca. En ningún momento había pensado en las posibles consecuencias de aquella noche. No sabía por qué, pero había dado por supuesto que Nick había tomado precauciones.
-¿Quieres decir que no...?
-Me temo que no -atajó Nick. Luego exhaló un suspiro y añadió con tono de arrepentimiento-. Pero acepto que, pase lo que pase, la responsabilidad es mía.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

hei me encanta tu novela

Anónimo dijo...

esta genial!

Anónimo dijo...

siguela plis

Unknown dijo...

HAY NO ENCIMA QE QEDO EMBARAZADA DIOS! JAJAJ BESOTE:)

Anónimo dijo...

aix si esta embarazadaa!
esta re buena tu nove
siguele pleez!

Anónimo dijo...

beeeyyyz!

Anónimo dijo...

subeeeeeeeeeee pilsssssssss

Anónimo dijo...

sube luego porfa

Anónimo dijo...

sube qe bonito pero asle unos cambios asi es mas romantico