martes, 8 de diciembre de 2009

Novela " Amigos y Amantes " Niley Cap1






oola e decidido empezar novela..
es una adaptacion del libro
" Amigos y Amantes " de Diana Palmer
he cambiado los personajes por niley...
speroo k le guste


Capítulo Uno

Las copas, al chocar unas contra otras, hacían un ruido de­masiado fuerte, o, por lo menos, eso le parecía a Miley Cyrus, que llevaba arrastrando todo el día una terrible jaqueca.
Habría dado cualquier cosa por rendirse al cansancio y mar­charse a casa, pero no podía hacerlo. Al fin y al cabo, aquella fiesta se celebraba en su honor. Sería una grosería imperdonable que se marchara, al menos tan pronto. Tenía que intentar dis­traerse un poco y olvidar el cansancio y la terrible opresión que sentía en las sienes.
Se retiró de la barra y se paseó por entre la gente, sonriendo de vez en cuando a los distinguidos miembros de la élite litera­ria de Houston, sintiendo que la cabeza iba a estallarle de dolor de un momento a otro.
A sus veintisiete años, Miley se había ganado una buena reputación a nivel nacional como escritora de novelas de intriga; en aquella fiesta se celebraba precisamente la publicación de su última novela: La torre de los ruidos.
Al regresar de la gira de promoción, se había encontrado con la desagradable sorpresa de que el editor necesitaba que re­visara su libro y le añadiese treinta páginas más. ¡Treinta pági­nas! Como si eso fuera algo fácil de solucionar...
Consiguió hacerlo en un día, toda una hazaña, pero el es­fuerzo había sido tanto, que lo único que deseaba de la vida en aquel momento era una aspirina y una cama blandita donde po­der abandonarse al sueño.
Recorrió la sala con sus claros Ojos grises; que hacían un precioso contraste con su larga melena castaña, que llevaba re­cogida en un moño.
Más de una vez había pensado en cortarse el pelo, pero siempre que lo insinuaba, Nick le lanzaba una mirada de horror y la convencía con todo tipo de argumentos para que no lo hiciera.
Verdaderamente, Nick era un maestro en convencer a la gente. Quizás, pensaba ella, por eso había llegado a donde es­taba con su empresa petrolífera, que más que empresa era un imperio. En los últimos años había conseguido mantener el con­trol de Petróleos Jonas con una tenacidad sin precedentes. El gran Nick siempre conseguía todo lo que quería. Todo, excepto a Miley.
Le buscó con la mirada entre la gente; allí estaba, entre las garras de aquella rubia bajita de ojos de caja registradora. Siem­pre que se trataba de Nick Jonas, Miley pensaba invaria­blemente que nadie le llegaba a la suela de los zapatos. Nick era un tipazo: altísimo, de cuerpo atlético y sin un gramo de grasa, a pesar de sus treinta y nueve años. Su pelo era negro y abun­dante, muy chino, y sus ojos, vistos de lejos, también parecían ne­gros, aunque en realidad eran miel. Su cuidado bigote escon­día una boca sensual encuadrada en una mandíbula rectilínea y enérgica.
Por mucho que Nick fuese su amigo desde hacía más de dos años, de vez en cuando no podía evitar pensar en él como en un hombre.
Nick era un tipo guapo, Miley se daba cuenta y no lo po­día negar.
Se llevó la copa de coñac a los labios, sin dejar de contem­plar a Nick y a la rubia. Resultaba patente, por los gestos de ella, que Nick le había gustado. Miley sintió un inesperado malestar; la amistad la hacía ser posesiva, pensó inmedia­tamente.
Sus relaciones con Nick no habían pasado nunca de los lí­mites de la amistad.
Él conocía muy bien su desastrosa experiencia con Justin, un aspirante a escritor que, después de comprometerse con ella y se­ducirla, resultó estar casado y con hijos.
Desde el principio, Nick se hizo cargo del trauma que re­presentaba para Miley aquel fracaso. Comprendía sus repa­ros ante las relaciones sexuales, y nunca había intentado aproxi­marse a ella en ese sentido.
Por su parte, a Miley no le interesaba para nada su di­nero, lo que significaba que John podía confiar en ella con toda tranquilidad.
Miley sabía que, desde la muerte de Ellen, Nick no ha­bía confiado en nadie como confiaba en ella.
Sin embargo, desde hacía algún tiempo, las cosas estaban cambiando. Nick no era el mismo; se mostraba impaciente, y a veces desagradable con ella. Y una cosa así, viniendo de un buen amigo, no era normal.
La situación había empeorado después de aquel desagrada­ble incidente con Joe.
Joe era un empleado de Nick, al que Miley conocía de vista. Un día de la semana anterior, cuando ella esperaba a Nick en la cuadra, Joe, que por lo visto había bebido más de la cuen­ta, salió de la oscuridad e intentó besarla. Nick apareció al mo­mento, como por arte de magia, y mandó a su empleado al sue­lo de un puñetazo.
-¡Lárgate de aquí ahora mismo! -le gritó-. Que te pa­guen un mes. ¡Después desaparece inmediatamente, no quiero volver a verte!
Miley, que permanecía muda de espanto a poca distan­cia, no daba crédito a sus ojos.
Nunca había visto aquel gesto inhumano en el rostro de Nick. Era como si el hombre amable y tierno que conocía hu­biese desaparecido de repente.
Nick no dijo una palabra más. Se limitó a mirar cómo el otro se levantaba del suelo tambaleándose, volvía sus ojos hacia Miley, y luego se dirigía hacia las oficinas del rancho con paso vacilante.
-Yo... gracias.
Miley se había sentido aterrorizada. De pronto se había dado cuenta de lo que podría haber pasado si Nick no hubiese aparecido en el momento oportuno. Sintió náuseas.
Nick la estaba mirando. Tenía en los labios un cigarro re­cién encendido, y sus ojos brillaban de indignación.
-¿Cuándo aprenderás la diferencia entre ser simpática y provocara los hombres?
-¡Eso es una tontería! -protestó ella airadamente—Joe siempre ha sido muy correcto conmigo. Yo creía que...
Joe es un buen tipo... cuando está sobrio -replicó él-. Me da mucha pena tener que despedirle.
Miley se sintió herida por su desacostumbrada dureza. -No te enfades conmigo -murmuró.
Y diciendo aquello, le tocó el brazo en un gesto amistoso y conciliador.
Ante su asombro, Nick se puso rígido, apretó los dientes, y se soltó con inusitada brusquedad.
-No intentes calmarme, Smiley.
Smiley era el diminutivo que él mismo había inventado para llamarla.
-¡Y de ahora en adelante, si quieres divertirte, busca la di­versión fuera de mi rancho! ¿Comprendes?
Aquello fue demasiado para Miley, que perdió la calma y le gritó:
-¡Eso es, Nicholas Jerry Jonas, no volveré a venir a tu rancho! No sé qué mosca te ha picado conmigo. Y para que te enteres, no estaba intentando consolarte, simplemente quería darte las gracias, ni más ni menos.
Y sin decir una palabra más, se marchó corriendo a su coche. Desde entonces no habían vuelto a hablar.
Recordándolo, Miley se arrepentía de su arranque de mal genio, y hubiera querido arreglar las cosas.
Pero estaba absolutamente claro que aquella rubia despam­panante no le dejaba ni a sol ni a sombra, y Nick no parecía te­ner intenciones de librarse de ella.
Para empeorar las cosas, Miley se dio cuenta, al verla mejor, de que conocía a la rubia. Aquella mujer se llamaba Melody, y era conocida en todo Houston por sus devaneos con hom­bres ricos de cierta edad.
-Disimula, nena, porque estás poniendo cara de pocos ami­gos -dijo una voz familiar a su lado.
Se volvió sospechando de quién era aquella voz.
A su lado estaba Kevin Jonas, y en su cara de niño ha­bía una expresión burlona.
-¿Tú dirías que tengo cara de pocos amigos?
-¿No estarás celosa de la rubia?
Miley esbozó una sonrisa de impaciencia.
-Nick y yo somos amigos, nada más.
-Eso es lo que dices siempre. Y una chica tan preciosa como tú nunca miente, ¿verdad?
Miley no dijo nada. Le miró, pensando en lo poco que se parecían los dos primos.
Nick era alto y fuerte, mientras que Kevin era muy delga­do y podría decirse que algo desgarbado. Nick era aperlado de piel, y tenía el pelo negro. Kevin era el típico rubio de ojos azules, con un encanto muy juvenil.
Sólo se parecían en una cosa. Los dos eran buenos hombres de negocios, despiadados cuando la ocasión lo requería. Nunca se habían visto dos rivales tan fieros.
Sus enfrentamientos databan de mucho tiempo atrás; segu­ramente les movía algún gran conflicto personal. Kevin siem­pre andaba ideando tretas maliciosas y poniéndole trampas a Nick; sorprendentemente, éste adoptaba ante su primo una ac­titud defensiva más que ofensiva, cuando no iba con su carácter, más bien dominante y algo agresivo.
Cuando murió su padre, Kevin inició una implacable lu­cha de poder contra su primo Nick, que había heredado la ma­yor parte de Petróleos Jonas.
El hecho de que el padre de Kevin favoreciese más a su so­brino que a su hijo, sorprendió a muchos. A pesar de los deno­dados esfuerzos de Kevin, Nick seguía siendo el más fuerte de los dos, y el más capacitado para los negocios. Pero su primo no se daba por vencido, y la rivalidad entre ellos era cada vez mayor.
-¿Quieres quedarte conmigo lo que queda de fiesta? -pre­guntó Kevin con una sonrisa-. Así te salvaré de las miradas lascivas y las falsas adulaciones de todos estos que andan por aquí a ver lo que consiguen en beneficio propio.
-¿Y de ti quién me va a salvar? -comentó ella con una son­risa burlona, sin apartar la vista de Nick-. Como esa estúpida rubia se le siga acercando, va a terminar pegándose a él -murmuró.
-Los solteros ricos escasean hoy en día. Y esa chica tiene mucha vista. -
Miley no le escuchaba; estaba demasiado ocupada pen­sando en las ganas que tenía de vaciarle la copa en la cabeza a aquella dichosa rubia.
-Tengo que rescatarle -murmuró-. Es mi deber de an­tigua scout liberar a tu primo de las garras de esa vampiresa se­dienta de dinero.
Acto seguido, Miley se dirigió hacia la pareja con paso decidido.
En aquel mismo momento, la suerte quiso que la rubia pi­diera algo de beber y que Nick fuese a la barra a por ello. Miley aprovechó la ocasión y se le acercó con paso decidido, aun­que algo inquieta.
-Hola, Nick. ¿Me hablas? Porque si no, basta con que mue­vas la cabeza y me perderé por algún rincón.
En vez de echarse a reír, como hubiera sido de esperar, Nick adoptó un gesto frío y clavó en ella su mirada gris, dura como el acero.
-Vaya, cuánto me sorprende que hayas sido capaz de des­pegarte de mi primo...
-«Tu primo» se llama Kevin. Te lo digo por si no lo sa­bías, ya que nunca le llamas por su nombre. Además, cuando alguien se acerca a darme conversación no tengo la costumbre de ahuyentarle... tú, por supuesto, ni siquiera te has dignado a acercarte a mí.
Nick, pasándose la mano por el bigote, miró significativa­mente en dirección a Miley.
-Es que, como te habrás dado cuenta, a mí no me hace nin­guna falta ir detrás de las mujeres...
Aunque sintió una oleada de furia incontenible, Miley se las arregló para disimularla.
-Pues no sé si sabrás que esa chica es una elementa de mu­cho cuidado. Además, creo que hace poco que su última con­quista la ha dejado tirada, y ahora está buscando un buen árbol al que. arrimarse.
Nick la obsequió con una amplia sonrisa.
-No me importa pagar por lo que quiero. Puedo permitir­me el lujo.
Aquel cinismo le dolía a Miley, pues sabía que Nick estaba convencido de que las mujeres sólo le buscaban por su dinero.
No se daba cuenta de que era muy atractivo... De repente, se sorprendió mirándole fijamente a los labios, imaginando qué se sentiría al besarlos.
-Estás muy rara, Smiley. ¿Qué pretendes, buscar mi punto débil? No creo que lo encuentres.
-¿Ah, no?
Miley se acercó un poco más y cogió entre sus dedos un botoncito de su camisa.
Sentía bajo la mano el calor de su piel, que se filtraba a tra­vés de la tela con una intensidad turbadora.
La reacción de él no se hizo esperar; con suavidad, le apartó la mano de su camisa.
-¿Es que quieres flirtear conmigo? -preguntó secamente.
-¿Quién? ¿Yo? -dijo Miley en actitud defensiva-. ¿Es que me has visto cara de suicida?
-No te preocupes, no te empujaré hasta esos extremos -contestó él en tono desagradable-. Ya tengo dos años de prác­tica; sé muy bien mantener las distancias contigo. Tú te encar­gas de dejarlo claro desde el primer momento.
Los ojos de Miley chocaron con su mirada fría.
-Tú sabes que yo...
-Miley, déjate de tonterías. Porque hayas tenido un de­sengaño amoroso, no veo muy normal que te retires de la vida, creo yo.
Miley saltó como si la hubieran pinchado.
-De un tiempo a esta parte, te portas conmigo como un ele­fante en una cacharrería, Nick Jonas -rugió-. Si tienes hambre, coge un canapé. A mí no me apetece que me comas viva esta noche.
Miley dio media vuelta y se alejó, aunque no pudo dar más de dos pasos, porque Nick la agarró por el brazo. De pron­to, ella se puso a temblar, y la sangre le afluyó a la cara. Era inexplicable, pero el menor contacto físico con Nick la turbaba. Nunca había experimentado una sensación tan intensa con nin­gún otro hombre.
-No huyas de mí -le susurró Nick a sus espaldas.
-¡Y cómo no voy a huir de ti! Desde hace algún tiempo no puedes ser más frío conmigo; parece que no me soportas, inclu­so reaccionas apartándote cada vez que te toco... Yo creía que éramos amigos.
Los ojos de Nick recorrieron su rostro.
-Claro que somos amigos. Ten paciencia conmigo.
-Lo que pasa es que me preocupo por ti, me importas -dijo Miley, más apaciguada-. Te pasa algo, ¿verdad? Algo te molesta. ¿Por qué no me cuentas de qué se trata? Creo que sería lo más sensato.
-Eres la última persona a quien se lo contaría, querida. Alargó una mano y le tocó un mechón de pelo que se le ha­bía escapado del moño.
-¿Por qué te recoges el pelo así? No me gusta nada.
-Pues porque no soy una gitana. Las gitanas llevan el pelo suelto y los pies descalzos. ¡Qué iba a pensar nuestra anfitriona! Nick sonrió.
-¡Sorpréndela! ¿A que no te atreves?
-Nick, la última vez que me desafiaste para que hiciéra­mos algo, me tiré al río completamente vestida y dejé atónitos a todos los turistas del autocar. Además -añadió llevándose las manos a las sienes-, esta noche no me siento con fuerzas para hacer extravagancias. Me duele la cabeza, estoy que no me ten­go de cansancio, y lo único que me apetece es marcharme a casa y meterme en la cama.
-¿Y por qué no te vas?
-No querrás que me marche de una fiesta que se celebra en mi honor, cuando apenas llevo una hora. Sería una falta de educación imperdonable, más aún sabiendo las molestias que se ha tomado Elise para organizarla.
-Déjate de diplomacias -dijo Nick categóricamente-. Yo te llevo a casa.
-¿Y vas a abandonar a tu despampanante conquista? Diciendo esto, dirigió una ojeada a Melody, que les contem­plaba con una mirada llameante mientras un jovencito intenta­ba en vano captar su atención.
-Déjalo -añadió Miley-. Se lo diré a Kevin, él pue­de llevarme.
A Nick se le demudó el rostro.
-De eso nada -dijo con voz alterada.
Y sin más preámbulos, se inclinó sobre ella, y un momento después la levantó en sus brazos como si se tratara de una plu­ma, aunque estaba lejos de serlo.
-Cierra los ojos, como si te hubieras desmayado.
Así lo hizo Miley, que no tuvo tiempo de reaccionar. Además, la sensación de estar entre sus brazos era tan turbante y tan maravillosa, que no dejaba lugar a ningún otro pen­samiento.
-¡Pero Nick! ¿Qué le pasa a Miley? -exclamó Elise. -Agotamiento por exceso de trabajo -respondió Nick sim­plemente-. Voy a llevarla a casa. Mañana mandaré a Josito para que recoja su coche. Gracias, Elise, la fiesta ha estado es­tupenda. Buenas noches.
-¡Adiós! Mañana llamaré a ver cómo está.
Nick salió a grandes zancadas con ella en brazos. Una vez fuera, Miley sintió frío y se arrebujó contra su pecho, agra­deciendo su calor.
-Ya puedes abrir los ojos -susurró él en tono burlón. Miley abrió los ojos y le miró con embeleso.
-¡Vaya fuerza! -dijo sin pensar.
Nick se echó a reír, y Miley se agarró mejor a su cuello. Sintió que se estremecía cuando sus senos rozaron involuntaria­mente su pecho.
-Has tenido una idea muy novelesca... ¡Nada más normal que una mujer desmayada! Aunque... ¡Oh Dios mío!
De pronto Miley se puso pálida.
-¿Qué pasa?
-¡Todo el mundo va a pensar que estoy embarazada! -gi­mió Miley.

4 comentarios:

Estefanisha ! dijo...

Esta bueniisiima tu nove ! Plisz´pasate por la mia es de niley y zanessa http://unamorenredado.blogspot.com/

Anónimo dijo...

oo esta buenisima

Anónimo dijo...

esta muy buena siguela plissssssssss

Unknown dijo...

oliss tu novelaa es la onda me enkantaa pasate por la miaa qe es sobre Jemii esperoo te guste y sube pronto yam te sigo, chaoo