miércoles, 23 de diciembre de 2009

"Amor en Rosa" cap 6


oola
aki subiendo cap..
graxx por los comments!!
jejeje
se les keree
pff..
solo faltan 4 caps para k se acabe
se acabaria el sabado pork subo doble!!
i el lunes ago voteo para ver cual kieren okk
bnoo m voii

8 comments para el sig cap


CAPITULO 6


En ese momento, le entraron ganas de llorar y llo¬rar y estrujarse el corazón hasta que no quedara dentro ni una lágrima, pues lo que Nick acababa de decirle arrojaba una luz muy distinta sobre el motivo de su visita.
¿Cómo había podido pensar que estaba tan falto de mujeres dispuestas a compartir su cama que la había ido a buscar a Gales? ¡Era ridículo! De pronto recordó la ten¬sión que había advertido en el rostro de Nick al llegar. ¿Se habría precipitado al besarlo?, ¿había vuelto a meter la pata?
Aunque en realidad daba lo mismo. Nick había ido en su busca por un motivo de peso. Estaba preocupado por si se había quedado embarazada. Era la única razón por la que había tratado de encontrarla. Lo que no dejaba de hablar en favor de su integridad como persona. La ma¬yoría de los hombres, sobre todo estando a punto de ca¬sarse con otra mujer, lo habrían dejado correr con la espe¬ranza de que no sucediera nada. Pero Nick no había esquivado sus responsabilidades.
-La noche de la fiesta... los dos habíamos bebido -co¬mentó él mirándola a los ojos-. Nunca había sido tan irresponsable, aunque no es normal que me comporte de ese modo y sé que fue tu primera vez.
Miley se puso como un tomate. Seguía sorprendida por su ingenuidad, que la había hecho albergar esperan¬zas acerca del motivo por el que se había presentado Nick en casa de su tía abuela. ¿Se habría quedado embara¬zada? Recordó las náuseas y mareos que venía sufriendo en los últimos tiempos y se quedó helada. ¿Sería posible? Nunca había llevado un control sobre su periodo. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la fiesta?, ¿un par de semanas, más quizá? El cerebro se negaba a colaborar.
-No sé todavía si... ya sabes -reconoció Miley.
Nick dio un paso al frente. La pobre parecía una adolescente aterrada. Ni siquiera era capaz de pronunciar la palabra embarazo. Quería abrazarla, borrar el miedo que asomaba a sus ojos, decirle que no tenía nada de que preocuparse y que cuidaría de ella. Pero luego recordó que la tarjeta de San Valentín había sido una broma estú¬pida, infantil, y contuvo su primer impulso.
No la entendía. De hecho, cuanto más pensaba en el comportamiento de Miley, menos se lo explicaba. No es¬taba enamorada de él, nunca lo había estado. De haberlo estado, por poco que fuera, no se le habría pasado en tan sólo dos semanas. Quizá se había acostado con él porque había decidido que había llegado el momento de dejar de ser virgen. En cualquier caso, su comportamiento a partir de aquella noche era elocuente: no quería verlo y prefería olvidar lo que había ocurrido. Hasta tal extremo era así que había dejado el trabajo y se había ido de Londres. Y él, ¿por qué se había tomado tantas molestias en locali¬zarla?, ¿acaso era tan arrogante que no era capaz de acep¬tar que una mujer lo rechazara?
-Supongo que sabrás si estás embarazada o no dentro de poco -comentó con voz neutra-. Si lo estás, ponte en contacto conmigo de inmediato, por favor, y lo vemos juntos. Cuentas con todo mi apoyo. Ya sabes dónde loca¬lizarme.
Seguía mirándola, pero Miley notó como si se hubiera alzado un muro de distancia entre los dos. Nick quería irse. ¿Por qué no iba a querer? Para él no habría sido una visita agradable, pensó apenada. Y había sido una pérdida de tiempo, porque ni siquiera se iba con la tranquilidad de que no había ocurrido nada. Obviamente, estaría rezando para que no hubiera consecuencias.
-Cuídate -se despidió Nick entonces, justo antes de echar a andar hacia su coche.
Miley sintió que se estaba muriendo por dentro. Se quedó como una estatua viendo cómo ponía la marcha atrás y le entraron ganas de correr tras él y decirle que, aunque debería odiarlo, seguía queriéndolo. Pero, ¿de qué le serviría a él saberlo? Él estaba enamorado de Selena.
Al cabo de un par de kilómetros, Nick paró el co¬che, bajó la ventanilla y se llenó los pulmones del aire fresco y húmedo por la lluvia. ¿Misión cumplida? Soltó una risotada amarga. Todo lo que a él le había parecido especial y fantástico de aquella noche había carecido de importancia para Miley. Ni siquiera lo había invitado a un café. ¡Había ido hasta Gales para que se libraran de él en diez minutos!
Pensó en la tarjeta de San Valentín que le había com¬prado a Miley y le entraron ganas de romper algo. No queria pensar en ella. De hecho, estaba decidido a no ha¬cerlo. Seguro que no se quedaba embarazada. No necesi¬taba hacer memoria para nombrar tres parejas jóvenes de¬sesperadas por conseguir un bebé. Las posibilidades de concebirlo en una sola noche eran escasas, ¿no?
Nick decidió que buscaría un hotel y comería algo... aunque ya no tenía hambre. Pero, entonces, ¿para qué iba a meterse en un hotel y perder todo el fin de se¬mana? ¡Porque le apetecía! Quería emborracharse. Es¬taba harto de mujeres. Realmente harto.
Tres días después, Miley ya sabía que sí estaba emba¬razada.
Durante el fin de semana, se había tenido que conten¬tar con comprar una prueba de embarazo. Después de ver que daba positivo, apenas había dormido las dos noches siguientes. No estando segura de la fiabilidad de aquel método casero, había pedido cita al ginecólogo. Cuando el médico le había confirmado el embarazo y le había ex¬puesto las opciones que tenía, no había dudado en recha¬zar el aborto. Le encantaban los niños y, aunque no imaginaba ser madre tan pronto, siempre había deseado tener alguno. Toda vez que el bebé de Nick era una realidad inmediata, le tocaba pensarse cómo enfrentarse a la situa¬ción.
Al principio, se había creído capaz de llamar por telé¬fono a Nick e informarlo del embarazo, pero en el úl¬timo momento se había echado atrás. Nick estaba con pro¬metido. Para él era una noticia horrible. Además, ella también tenía su orgullo y no quena romper a llorar por teléfono. De modo que la mejor solución era escribirle una carta para ponerle al corriente de sus intenciones.
Miley se sentó en la cama de la pequeña habitación de invitados de Tilly e intentó escribir las primeras líneas. Pero, por más que lo intentaba, no conseguía que saliera una sola palabra y acabó hecha un mar de lágrimas des¬consoladas.
Por fin, optó por la sinceridad y dejó fluir sus auténti¬cos sentimientos. Al fin y al cabo, ¿de veras queria que Nick siguiera pensando que la tarjeta de San Valentín no había sido más que una broma estúpida?, ¿que su hijo era el resultado de dicha broma? La idea le chirriaba. Al¬gún día tendría que contarle a su hijo que había amado a su padre, y esa verdad era más importante que su propio orgullo.
Cuando tomó conciencia de que tendría que dirigir la carta a Sistemas Jonas, pues no conocía la dirección privada de Nick y no se encontraba en la guía, escribió PRIVADO Y CONFIDENCIAL en una esquina del sobre. Des¬pués de echarlo al buzón, trató de no pensar al respecto. La pelota estaba en el tejado de Nick. No le quedaba más remedio que esperar y ver qué sucedía.
Durante la siguiente semana, le ofrecieron dos entre¬vistas con sendas familias que necesitaban una niñera con desesperación. Al parecer, era muy difícil encontrar niñe¬ras calificadas. Al mismo tiempo, cada vez que sonaba el teléfono de Tilly, el corazón le martilleaba como un ruido de tambores, convencida de que seria Nick. Pero ni llamaba ni respondía a su carta.
Porque no había llegado a recibirla. Estaba en Italia cuando llegó, coincidiendo con el último día de trabajo de Cody Linley en Sistemas Jonas. Nick se había mostrado distante con él desde la noche de la fiesta y Cody había comprendido que no podría subir en esa em¬presa. Aunque no le había costado encontrar otro trabajo, el resentimiento lo había hecho estar alerta y, al llegar la carta, había visto «M. Cyrus» en el remitente y la había escondido entre el mueble bar y la pared.
Había pasado un mes, Miley se había ido de Gales y había empezado a trabajar como niñera de nuevo. Sor¬prendida al principio por el silencio de Nick, había ter¬minado por comprender que el silencio era en sí una forma de respuesta. Enfrentado al peor de los desenlaces, Nick había decidido que no quería saber nada del bebé. ¿Por qué se había dejado engañar por sus palabre¬ría?, ¿por qué había vuelto a confiar en que, en el fondo, era un hombre decente?
Después de todo, la noche de la fiesta le había men¬tido, diciendo que Selena no era más que una amiga, para acostarse con ella en el sofá. ¿Por qué no iba a mentir de nuevo? Estaba sola y, por el bien del bebé, más valía que fuera haciéndose a la idea.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

sigela

Anónimo dijo...

te quedo increible, siguela...
porfa!!

Anónimo dijo...

oye amiga,q ondas!
siguela,ya sabes..!

Anónimo dijo...

esta super buena sigue escribiendoo!

Anónimo dijo...

sigelaaaaaaaaaaaa

Anónimo dijo...

sube masssssssssssssssssssssss

Anónimo dijo...

heyy!

Anónimo dijo...

sube ya el capp!