viernes, 18 de diciembre de 2009

"Amor en Rosa" cap1


oola...
aki la nva novee..
ia saben 5 comentarios para segirla...
los kerooo

xoxo♥

CAPITULO 1
Había sido un día horrible en el trabajo. De vuelta a casa, Miley pasó por la tienda de la esquina y lo primero en lo que se fijó fue que el tarjetón para el día de los enamorados que llevaba viendo hacía un mes seguía sin venderse. No entendía cómo era posible que nadie lo comprara, pues le encantaba el dibujo de las rosas y el verso tan romántico que escrito. Llevada por un impulso, Miley agarró la tarjeta y decidió comprarla. ¿Por qué no iba a mandar una tarjeta de San Valentín? Cierto que nadie le había enviado una a ella, pero no por eso iba a dejar de utilizar la tarjeta para dar a otro una alegría. En cuanto a la identidad del afortunado, no le cabía la menor duda de quién sería el destinatario. Miley se había enamorado de Nick Jonas nada más entrar a trabajar en Sistemas Jonas. Pero era consciente de que estaba tan lejos de su alcance como la luna. Nick era un empresario rico, moreno, con un cuerpo espectacular y una lista de mujeres despampanantes interesadas en él. Además, podía ser un hombre muy amable en caso de emergencia. En su primer día de trabajo, Miley se había pillado un dedo con la puerta y el propio Nick la había trasladado al hospital. Al desmayarse al ver una aguja, Miley había sentido la certeza de que era el hombre de su vida... Le había parecido tan dulce. Ensimismada con la sonrisa que le arrancaría aquel pequeño regalo anónimo, no volvió a acordarse del día tan espantoso que había tenido hasta abrir la puerta de su estudio. Justin, el nuevo director de marketing, le había preguntado si era tonta de nacimiento o lo había conse¬guido después de muchos esfuerzos. Miley le había de¬rramado el café sobre el teclado y, al ir a limpiarlo, se las había arreglado para borrarle todo el trabajo de la ma¬ñana. A pesar de que se había disculpado de todas las for¬mas posibles, Justin había dirigido una queja al de¬partamento de recursos humanos y la habían anotado en su expediente. De naturaleza tranquila, sus compañeros se habrían sorprendido de haber sabido que estaba más enfadada consigo misma de lo que lo había estado el propio Justin. Si no se hubiera distraído hablando, no se le habría caído el café. Una y otra vez, esa clase de faltas de con¬centración la hacían cometer errores parecidos. A veces se preguntaba si el problema habría empezado cuando iba al colegio y sus padres, sin pretenderlo siquiera, termina¬ban menospreciando cualquier pequeño éxito que tuviera. -Estoy segura de que has hecho todo lo que has po¬dido -le decía su madre cuando le presentaba las notas¬-. Es normal que saques las notas de Trace. Su hermano mayor, Trace, había nacido con una inteli¬gencia extraordinaria y le había puesto el listón dema¬siado alto para competir con él. Y, orgullosos del rendi¬miento académico de su hijo, sus padres siempre habían volcado todas sus energías en Trace. De modo que, aun¬que a Miley también le habría gustado ir a la universidad, al cumplir los quince años sus padres le habían dicho que estudiar era muy caro, tenían que reservar el dinero para el doctorado de su hermano y que empezara a trabajar. Con el tiempo, a pesar de no tener una base académica sólida, había conseguido encontrar trabajo como ayu¬dante en el departamento de marketing. Era trabajadora, alegre y se llevaba bien con sus compañeros, pero en Sis¬temas Jonas no había mucho margen para los emplea¬dos que cometían errores tontos. Además, el aviso que habían anotado en su expediente era el segundo en seis meses, lo que significaba que si recibía uno más la despedirían. Lo curioso era que no le daba tanto miedo el he¬cho de quedarse sin trabajo como saber que, en tal caso, no volvería a ver a Nick Jonas. -¿Qué broma es esta? -gruñó Nick Jonas cuando abrió el sobre gigante dos días después y se en¬contró con la tarjeta de San Valentín más cursi que jamás había visto. -Estoy tan sorprendido como tú –Cody Linley, su ayudante personal, pensó que no podían haber elegido peor forma de intentar impresionar a su jefe. Ni un peor día, e incluso año, para realizar tal declaración. La fiesta de Navidad de la empresa se había aplazado por la muerte repentina del padre de Nick, Kevin, y se había pospuesto justo para esa tarde del día de los ena¬morados. Con tal mala suerte de que Nick iba a tener que asistir a otra misa por el funeral de un antiguo amigo del colegio esa misma tarde. Por si fuera poco, Nick odiaba el día de San Valentín como Scrooge las navida¬des. Nick abrió la tarjeta y le llegó un perfume familiar que le hizo fruncir el ceño. ¿Jazmín quizá? Pero el men¬saje de la tarjeta era tan cándido que se olvidó de la fra¬gancia. -Como siempre, hoy también pienso en ti y te quiero -leyó en voz alta. ¿Se habría convertido en el amor platónico de alguna colegiala?, se preguntó mientras repasaba mentalmente el círculo de chicas adolescentes de su entorno. -Campanilla -murmuró sorprendido Cody. -¿Cómo dices? -La pelirroja de marketing. La llamamos Campanilla porque siempre está revoloteando de aquí para allá -ex¬plicó el ayudante-. Estoy seguro de que es quien ha en¬viado la tarjeta. Es su perfume. Lo lleva siempre. La pelirroja de marketing. Miley Cyrus. Había en¬trado en el departamento hacía seis meses, contratada por su difunto padre en contra del candidato de recursos hu¬manos. ¿Y por qué la había elegido? Kevin se había apiadado de ella cuando le había confesado que era la pri¬mera entrevista de trabajo para la que la llamaban des¬pués de enviar más de cincuenta currículos. Miley, la chica de sonrisa tímida y luminosa, rizos explosivos y dietas insanas. Aunque la empresa tenía una plantilla am¬plia, no era difícil fijarse en Miley y sus constantes cala¬midades. -Algunas mujeres sólo viven para ponerse en ridículo comentó Cody-. Hay que tener morro... ¡una don nadie como ella insinuándose al jefe! Nick trató de recordar el comportamiento de Miley cuando estaba cerca de él y concluyó que, en efecto, era probable que fuese la culpable. Sabía que la ponía ner¬viosa. Cuando estaban juntos, se le trababa la lengua hasta parecer idiota y se ruborizaba en cuanto la miraba. No era la única mujer que coqueteaba con él, pero al me¬nos las demás lo hacían adrede. En el caso de Miley, sen¬cillamente, no podía disimularlo. Era un alivio que la tar¬jeta no estuviera firmada. De repente, lamentó que Cody la hubiese reconocido por el perfume. -No creo que la haya enviado ella -murmuró Nick al tiempo que tiraba la tarjeta a la papelera-. No le pega. La habrá mandado la hija de algún amigo. Y ya está bien de hacer el tonto. Ponme con Industrias Densel. Más tarde, esa misma mañana, Nick devolvió la atención a la tarjeta que había tirado a la papelera. ¿Cómo se le había ocurrido enviársela? Su ayudante personal odiaba a Miley y lo usaría en su contra si se le presentaba la ocasión. ¿Por qué? Cody tenía fama de enrollarse con las empleadas jóvenes de la empresa para dejarlas tiradas después de una noche. Pero cuando su ayudante personal había intentado se¬ducir a Miley, esta lo había rechazado, lo cual había su¬puesto un duro golpe para el ego de Cody. Pero se habría sentido más humillado todavía de haber sabido que había sido el propio Miley quien la había avisado de las artes donjuanescas de su ayudante. Quizá se debiera al cariño con que su padre la había acogido en la empresa; quizá a la inocencia con la que brillaban sus ojos grises. A las diez de esa misma mañana, Miley bajó en busca de folios y bolígrafos para su planta. Se alegraba de tener algo con lo que distraerse. Cualquier cosa con tal de olvi-darse de la tarjeta de Navidad que había enviado. Había sido un impulso y no se había parado a pensar lo que estaba haciendo. Se había olvidado de la muerte de su padre las pasadas navidades y de que no le apetecería celebrar la fiesta de empresa aplazada. Además, tenía la sensación de que no le habría gustado recibir un enorme sobre rosa en el despacho. Seguro que alguno de sus em-pleados lo había visto y se había echado a reír. ¿Cómo había podido escribirle esa estúpida declaración de amor?, ¿no podía haberse limitado a enviarle la tarjeta con un simple signo de interrogación? De ese modo, po¬drían haber interpretado el regalo de mil formas distintas, hasta tomarlo por una broma. Pero confesar sus sentimien¬tos no haría sino despertar la curiosidad de Nick. Agarró un paquete de folios y varias bolsas de bolí¬grafos y, de regreso al ascensor, acortó el paso al ver a Nick charlando con otros hombres en la zona de recep¬ción. El corazón se le aceleró, la boca se le secó, síntomas habituales cuando Nick Jonas estaba a la vista. Es¬taba enamorada hasta de esa voz profunda, capaz de ha¬cer sonar poética la lectura del informe más prosaico de estadística. Miley lo miró de reojo. Llevaba un traje negro como su pelo, formal, de diseño, elegante como un felino. Lo quería tanto que le dolía no poder expresarle sus senti¬mientos. De pronto, se le resbaló una de las bolsas de bo¬lígrafos y, al caer al suelo, Nick se giró hacia ella y sus ojos se enlazaron. Luego, en vez de desviar la mirada como había esperado Miley, la observó como si fuera la primera vez que la veía. Fue como si el tiempo se detuviera. El corazón le latía como si hubiese estado corriendo. Oía un pitido y el cuerpo entero le vibraba, pletórico de energía. Pero al¬guien se interpuso, agachándose a recoger la bolsa de bo¬lígrafos, y se rompió el hechizo. Un segundo después re¬conoció la expresión burlona de Cody. -La táctica de dejar caer un pañuelo al suelo -mur¬muró con desdén-. Qué truco más viejo. -¿Qué? -preguntó desconcertada Miley. Nick echó a andar hacia el ascensor y pulsó el bo¬tón de cerrar puertas. El pelo de Miley Cyrus era de un castaño dorado muy atípico. Por un instante, bajo la luz, le había resultado deslumbrante. Y tenía bonitos ojos. Pero no se sentía atraído hacia ella. En absoluto. Miley era una empleada, se recordó aliviado. Aunque la mismísima Cleopatra se incorporara a la plantilla, no se permitiría iniciar una relación ilícita. Lo que pasaba era que no conseguía sacarse de la cabeza aquella estú¬pida tarjeta. Nick empezó a repasar la lista de defectos de Miley: apenas llegaba al metro sesenta y él las prefe¬ría rubias. Tenía veintiún años y a él le gustaban mujeres de una edad más próxima a la suya. Tenía un gusto espan¬toso vistiendo, hablaba demasiado, se le caían las cosas y armaba unos líos tremendos con el ordenador cada dos por tres. Él era perfeccionista y ella un desastre en cons¬tante ebullición. Era la clase de mujer que se casaba y él se moriría soltero. Estaba tenso por el funeral de esa tarde, nada más. Necesitaba echar un trago. Miley volvió al departamento de marketing para pre¬pararle el café a Justin. Estaba hecha un lío. ¿Por qué la había mirado Nick de ese modo?, ¿por qué tenía la terrible sospecha de que sabía quién le había enviado la tarjeta? Pero no era posible. No podía leer el pensamiento de las personas, ¿no? ¿Y por qué la había provocado Cody cuando solía tra¬tarla con total indiferencia?, ¿a qué había venido aquel comentario? Cody Linley no había vuelto a dignarse en dirigirle la palabra desde que lo había rechazado a los pocos días de entrar a trabajar. ¿Qué truco más viejo?, ¿acaso sospechaba lo que sentía por Nick? ¿Cómo era posible? Se estaba volviendo loca. Salvo que hubiesen hecho examinar la tarjeta en busca de huellas dactilares, no ha¬bía forma de rastrear al remitente. En cuanto a Cody, en fin, nunca había tenido muchos amigos en Sistemas Jonas. Podía ser que fuese inteligente, pero era antipático y tenía la costumbre de reírse de las desgracias ajenas. Así que no tenía sentido darle más importancia a aquellos comentarios burlones... ¿O sí?

8 comentarios:

Anónimo dijo...

me encanta la nueva nove
siguela!

Anónimo dijo...

SUBEEE!!

Anónimo dijo...

pliss!

Anónimo dijo...

esta buena la nove siguela

Anónimo dijo...

siguelaaaaaaaaaaaa

Estefanisha ! dijo...

Esta chuliisiima ! Me encantan tus noves ! Tienes tremento talento para escribir !

Cuidate ! Muazz ! Bye

Unknown dijo...

ahh me gusto el primer capitulo :)

Anónimo dijo...

eres niley y por eso te amo gracias por hacerme feliz creando niley